La depresión materna es común, más común de lo que te imaginas. Y no me refiero a la depresión posparto, sino a todas las madres que luchamos con la ansiedad, el estrés, los sentimientos encontrados y presiones auto impuestas todos los días. A quienes nos cuesta encontrar el balance entre lo que éramos y nuestro nuevo rol.

Recuerdo ser una niña de 10 años con objetivos profesionales claros que se confirmaron conforme crecí. La universidad fue un paso necesario para llegar a mi meta, que era más una convicción que una búsqueda de empleo. Mis primeros pasos profesionales fueron justo lo que creí, y el plan funcionaba. Pero después nació mi hija.

Tener a mi bebé en brazos me cambió la vida como nunca imaginé. Poco a poco el amor de madre logró que las piezas cayeran en su lugar. Sin embargo, en el plano profesional la disonancia pudo más. El periodismo, como yo lo había visualizado desde niña, no era compatible con la maternidad que yo quería darle a mi hija. Después vinieron dos hijos más y tuve que escoger. La decisión fue sencilla, pero quedé partida en dos y me convertí en presa fácil para la depresión.

La depresión en las mujeres

Esto de la depresión es grave para muchas mujeres y así lo confirman las estadísticas:

• La depresión afecta al doble de mujeres que de hombres.
• 1 de cada 5 mujeres tiene síntomas de depresión en algún momento de su vida.
• Las mujeres casadas tienen índices más altos de depresión que las solteras, según la Asociación Psicológica Americana.
• Los cambios hormonales durante la pubertad, el embarazo, el posparto y luego la menopausia nos predisponen.
• Según la Organización Mundial de la Salud, existen factores sociales reales que nos ponen en desventaja: los múltiples roles de la mujer, la discriminación de género, el exceso de trabajo, la responsabilidad perpetua de cuidar a otros, la violencia contra las mujeres y perjuicios socioeconómicos.
• Entre 10% y 20% de las madres sufren depresión en algún momento de sus vidas; la mayoría la sufren cuando sus hijos tienen alrededor de cuatro años de edad.

Nuestro estado de ánimo afecta a los hijos, claro, y eso alimenta el círculo vicioso de la depresión. “En promedio, los hijos de madres con depresión crónica obtienen puntajes menores en pruebas cognitivas, emocionales y conductuales”, según un estudio de la Universidad de Harvard. Esto se debe a que tu pequeño forma conexiones cerebrales cada vez que interactúas con él (como emocionarte cuando hace algo nuevo o responder con una sonrisa a sus primeros logros). Si una madre deprimida no puede suplir esta necesidad básica del niño, las conexiones neurológicas no se forman, y esto afecta permanentemente la arquitectura del cerebro.

Ann Mastergeorge, una profesional en estudios de la familia y desarrollo humano de la Universidad de Arizona, es el resultado de una madre deprimida. Ella describió su historia en un artículo en el Washington Post sobre la depresión materna: “Aprendimos rápidamente que no podíamos depender en ella para el apoyo emocional y físico”. Qué horrible recuerdo de su madre.

Y acá tienes otra estadística más preocupante y la razón por la que escribo este artículo: solo 15% de las mujeres que sufren depresión materna reciben ayuda profesional. ¿Conoces alguna madre que necesite ayuda?

Síntomas de la depresión materna

Quizá conozcas los síntomas de la depresión, pero en una madre debes ver más allá de su frente fuerte. Las madres somos entregadas y luchadoras por naturaleza. Una madre deprimida suele funcionar bien y oculta su carga ante los ojos ajenos, pero debes prestar atención a su comportamiento, lo que no dicen sus palabras y estas señales:

• Aislamiento
• Pérdida de interés en actividades que antes le eran placenteras
• Tristeza persistente sin motivo aparente
• Dificultad para concentrarse
• Pérdida o exceso de apetito (aumento o pérdida de peso)
• Sentimiento de culpa
• Cansancio y falta de energía
• Dificultad para dormir o exceso de sueño

¿Cómo ayudar a alguien con depresión?

Una madre deprimida es como un castillo de arena: por fuera parece sólido, pero si abres un poco la puerta se desmorona por completo. Una madre deprimida lo carga todo por dentro en silencio, pero también quiere ayuda y solo tienes que traspasar esa capa superficial.

Más que lo que puedas hace o decir, concéntrate en escuchar. Las madres suelen pasar ocupadas en sus múltiples tareas, rodeadas de niños y al tanto de las necesidades de otros. Una conversación adulta es un remedio muy eficaz. Intenta abrir la puerta para que tu amiga hable y reconozca su problema. Este primer paso es muy importante, pues las mamás “siempre estamos bien”.

Intenta quebrar sus ciclos de aislamiento sin presionarla. Ofrece ayudarla o acompañarla. Aliéntala a buscar ayuda profesional de un psicólogo, consejero espiritual o psiquiatra.

Abro este espacio acá porque sé que no estoy sola en esto de la depresión materna. Somos muchas las madres que luchamos contra nuestras propias presiones y frustraciones, pero como somos madres mostramos una sonrisa y nos dedicamos a los hijos sin darnos importancia. Yo llevo años en tratamiento y mi recuperación marcha bien. Una vez que se levanta la carga podemos ver las opciones con lucidez. En mi caso, poco a poco he redibujando mi plan de vida. Ya me atrevo a explorar diferentes puertas y reinventar mis sueños –como mejormama.com– para poder balancear mi sed profesional y mi deseo de ser la mejor mamá para mis hijos.